Contralorías gubernamentales: ¿Sirven para algo?


LOCALEANDO
Jaime Villasana Dávila*
22 de Enero de 2003

Las áreas de contraloría de los diferentes ordenes de  gobierno constituyen una de las piedras angulares para alentar la participación ciudadana, así como de las demás áreas gubernamentales, en el diseño de procesos y mecanismos que generen una alta transparencia. En otras palabras, representan el eslabón inicial de la cadena de la transparencia gubernamental al deber promover el buen desempeño en las áreas de gobierno que ofrecen los servicios a la población. Desgraciadamente, lo antes señalado, se queda en el papel.

Para lograr lo anterior, se requiere de una comunicación clara y contundente tanto entre las diferentes áreas del respectivo orden de gobierno como con el resto de la sociedad. Es decir, se requiere de una política de alentar, diferenciar y premiar la buena gestión al interior de la estructura. 

Un punto fundamental es definir que es buena administración y alta transparencia y establecer el tratamiento que se le va dar a los casos que lo demuestren.   Es clave que la buena administración y transparencia dentro del gobierno sea visto con ojos diferentes a situaciones donde estas son mediocres o peores. 

El papel actual de muchas contralorías del país ha quedado a la de un simple espectador, y peor aún, de un simple seguidor de mandatos del ejecutivo local, estatal o federal. Su voz no se escucha o no se le quiere escuchar cuando trata de indicar acciones incorrectas, o por otra parte, acciones que pueden ser implementadas de una mejor manera  en alguna de las áreas dentro del gobierno.

El temor en muchos de los titulares de los gobiernos a informar sobre el descubrimiento de malas acciones dentro de su administración (bajo el argumento de que “la ropa sucia se lava en casa”) es tan grande que termina por ahogar algo que pudo ser benéfico para todos: el compartir un problema para encontrar, entre todos (sociedad y gobierno) una solución al mismo, y sentar las bases de procesos claros y transparentes para evitar tropezar con la misma piedra.

La nueva perspectiva debe ser de que el descubrimiento de una acción incorrecta o procedimiento en lugar de golpear a las autoridades electas en turno, le beneficia al evitarle mayores problemas con la justicia. Amén de que la sinceridad y honestidad siempre son premiadas por la sociedad. Hay que hacer recordar a las autoridades que la casa es pública y corresponde a todos lavar la ropa.

Si bien es cierto que algunas leyes, con la finalidad de “transparentar” la función de las contralorías gubernamentales, han otorgado la designación del director de esta área de los gobiernos a las minorías partidistas o han obligado a que su designación sea por la aprobación de las ¾ partes del Cabildo, estas no garantizan una buena administración, una buena eficiencia operativa ni tampoco una alta transparencia.

Es necesario pues, aplicar principios básicos de administración que ayuden a definir procesos y modelos administrativos y operativos que garanticen el alcance de los puntos mencionados en el párrafo anterior y que generen una cultura de contraloría participativa y no de control sobre el control. Es decir que se construya un ambiente de colaboración y coordinación entre las partes y no se capaciten meros “policías” para vigilar a más “policías”.

Otro enfoque a reajustar es que si bien las Contralorías además de vigilar los gastos y las comprobaciones administrativas a través de auditorias, deben de ser eliminadoras de discrecionalidad,  diseñadoras de reglas claras, desarrolladoras de mecanismos que involucren al ciudadano de la manera más despartidizada posible y promotoras de la selección de personal por perfiles y méritos. Se trata pues, de establecer una cultura de mejora continua que clarifique procesos y que ayude a diferenciar lo importante de lo urgente y actuar en consecuencia. Si así actuamos, durante la entrega-recepción de un gobierno todo será fácil y lo más importante, de cara a la sociedad.

Encontrar el camino correcto por el cual una Contraloría debe transitar no es sencillo. Construir un consenso operativo entre las partes interesadas no es tan fácil como modificar un procedimiento administrativo.  Se lleva tiempo, y aun en consenso siempre habrá el reto de mantener la aceptación a pesar de que los conceptos de transparencia y confianza irán evolucionando con el tiempo y los cambios en la sociedad y las realidades de los gobiernos se encuentran en constante movimiento.  Pero una vez que los canales de comunicación con las diferentes áreas y los diversos sectores sociales han sido sólida y transparentemente construidos, lo demás se da por si sólo.

Existen muchas preguntas sobre las contralorías gubernamentales, pero también hay que preocuparnos por encontrarles sus respuestas.

*El autor es Gerente de Programa en la Asociación Internacional de Administración de Ciudades y Condados, sede México. (ICMA por sus siglas en inglés, www.icma.org). Email: jvillasana@icma.org

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