Localeando, El Diario de Coahuila, 30 de enero 2003
En ningún momento de su
historia, el municipio mexicano ha caminado sobre condiciones políticas que le
permitan desarrollarse, o al menos encontrar el camino para el desarrollo de
una manera integral, es decir, desarrollarse económica, social y políticamente
al mismo ritmo. Las distintas etapas de la historia nacional lo han marcado con
su propio sello encontrando claroscuros y haciendo al municipio el prisionero
consentido ya que siempre fue doblegado ( y en algunos casos continua siéndolo)
en todos los sentidos por los ordenes de gobierno federal y estatal.
Para muchos, lo anterior
tiene su origen en el texto de la Constitución de 1917, que ensalzó la figura
del Presidente de la República y, que de forma directa, contribuyó a perpetuar
un elemento que ha permanecido invariable a lo largo de los años: la
centralización.
Pero no hay que olvidar que
el centralismo político tiene sus orígenes desde mucho tiempo atrás, cuando la
mezcla del gobierno local prehispánico (calpulli) y la del ayuntamiento
español, dieron origen al municipio mexicano. No hay que olvidar también que
ambos sistemas políticos eran centralistas basados en el tributo al emperador
azteca y en el fuerte control de la corona española. Pero todo este tema es
harina de otro costal.
El tema sobre la forma de la
elección de los integrantes del Ayuntamiento de ninguna manera es reciente y
menos de moda. Desde hace tiempo, prestigiados investigadores y académicos
municipalistas han insistido sobre la necesidad de reformar el arribo al poder
municipal y su distribución entre los partidos políticos participantes en la
contienda electoral.
En México, si bien la división de poderes apenas comienza
a ser efectiva en el orden de gobierno federal y estatal, en el municipal aún
se carece de una adecuada división de
poderes. La forma de organización y funcionamiento actual de los ayuntamientos
se ha convertido en una desafortunada combinación de presidencialismo, con un
Cabildo prácticamente anulado en su capacidad de vigilancia del ejecutivo y
disminuido en su función legislativa.
El Regidor (como
figura jurídica, no personal) es en la actualidad un protagonista al que no se
le dan los créditos que le corresponden, y mucho de ello se debe a la
naturaleza para el arribo a la ocupación del cargo: hoy en día es un puesto que
se le asigna al candidato a dicho cargo, no es un puesto que se gana el
candidato a pulso mediante el convencimiento de los electores, lo que de
entrada desvirtúa la fuerza moral del mismo, y que lo empequeñece ante la
figura del Presidente Municipal.
Durante la década de
1920 y a principios de 1930, los municipios de México experimentaron diversas y
muy ricas formas de elección de los Regidores, Síndico y Presidentes
Municipales. Esta diferenciación se encontraba manifestada de muy diversas
maneras: desde la reelección de los integrantes del Ayuntamiento hasta la forma
de ser elegidos. ¿Por qué el ocaso de todos esos sistemas de elección? Según Blanca
Acedo, lo anterior tiene su explicación en la construcción de un sistema
presidencialista y autoritario que inhibió durante muchos años la posibilidad
de un municipio libre. Sin embargo también pudo influir el fuerte arraigo del
centralismo político que tiene su origen desde la época prehispánica, como ya
se comentó, y que se mantuvo durante siglos en toda Latinoamérica.
Como sea que fuere,
es una realidad hoy en día que, a pesar de que los Congresos Estatales tienen
plenas facultades para modificar los sistemas electorales municipales, no
existe la suficiente voluntad de los partidos políticos por incluir en la mesa
de la discusión tan importante aspecto para la vida nacional. No olvidemos que
las autoridades municipales definen en gran proporción el desarrollo de la vida
nacional, al guiar a la sociedad hacia un desarrollo o hacia un subdesarrollo y
al ser el primer orden de gobierno en la pirámide gubernamental de nuestro
país.
Me surgen muchas preguntas que bien valdría la pena plantear en aquellas
entidades donde pronto realizaran reformas a sus sistemas electorales. Estas
son; ¿Será posible avanzar en una descentralización y después consolidar una
verdadera autonomía municipal con el actual sistema electoral municipal que
prevalece? ¿Es realmente representativo de la sociedad y de todas sus formas de
expresión la actual forma de elegir a los integrantes del Ayuntamiento? ¿Es la
actual forma de elección de los Ayuntamientos una garantía para un verdadero
desarrollo social y político del municipio y que lleve a las autoridades a
realizar un trabajo eficiente y con rendición de cuentas?.
En los siguientes
artículos se analizarán las diversas formas de elección de los ayuntamientos en
diversos países del mundo, así como el sistema electoral municipal casi único
que prevalece en México. Hasta pronto.
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