Artículo Localeando, El Diario de Coahuila, 24 de marzo 2004

Por lo general a los políticos les sigue costando mucho aceptar un error que hayan cometido al tomar una decisión. Consideran que aceptarlo es prácticamente mandar la señal a los votantes de no tener la capacidad suficiente decidir. Sin quererlo se hacen esclavos de un acto mal cometido, ya sea por él o por personas cercanas a él, pensando siempre en las “probables consecuencias políticas” en caso de revirar. ¡Errar no es de políticos! han de creer.

El problema es que una actitud de éste tipo da precisamente material suficiente a los contrincantes políticos y sociales para seguir recordándole al electorado de tal o cual error. En otras palabras; el mismo político alimenta la crítica. Pero lo peor es cuando el político basa su respuesta en las mismas criticas, debiendo construir y ofrecer su respuesta pensando en el error. Se pierde el enfoque del problema, se cae en un lodazal y se incrementa el error.

Errar es de humanos y un político jamás podrá dejar de serlo. Mi hipótesis es que mientras más humano es un político más posibilidades de éxito tendrá entre la sociedad. Sin embargo, y como lo vemos continuamente, el político desea diferenciarse de la gente común, lo que lo conlleva a malinterpretar su ubicación dentro de la sociedad. Se trata entonces de encontrar una buena mezcla de humano y político.

El Alcalde de Saltillo ha tenido éxito en su administración porque en lo general ha actuado como ser humano con las bondades de un político; la gente lo siente cerca, amable y uno más. Pero por otra parte, Moreira ha tomado las características que nunca debió tomar del político común; el no aceptar errores.

Desde mi punto de vista tres son los errores principales que hasta el momento dan lugar a criticas constantes por parte de rivales internos y externos; a) el cobro a los saltillenses de la planta tratadora, b) las patrullas californianas y el bono que se auto concedió el Cabildo (incluyendo a él).

El primer error se ha convertido algo así como la promesa de Fox de crecer al 7% anual. Quizás Moreira jamás trato de decir que la planta tratadora iba a salir gratis sino que haría todo el esfuerzo posible porque no le costara nada a los saltillenses. Fox jamás prometió crecer a un 7% anual durante sus primeros tres años, sino que terminaría su sexenio con ese crecimiento económico. Hoy las percepciones ciudadanas para ambos hechos son opuestas porque el error no estuvo en hacer la promesa sino en como se hizo.

Ahora ¿Cómo enmendar el error? Sin duda es complicado pero de lo que se trata es de no alimentarlo más.  En otras palabras; cada acción de gobierno realizada en el tema tiene que apuntar a cambiar esa percepción y mucho de ello se hace con respuestas atinadas (sin perder el enfoque) y acciones que den resultados. ¿Una acción? Mantener al electorado y a los medios siempre informados sobre el tema. ¿Por qué no abrir una sección sobre la planta tratadora en la página de Internet de Saltillo donde se pueda observar todo su proceso?

La respuesta clásica de un político a la anterior pregunta sería “dar información es dar herramientas a los contrincantes para atacarte”. Fatal error; al contrario los acota tremendamente, a los medios les elimina preguntas por hacer (muchas de ellas quisquillosas) y lo mejor es que alimenta la confianza ciudadana.

El segundo error (las patrullas) fue un caso de sentido común que se fue yendo de las manos al Alcalde a través de su director de Seguridad Pública. Hasta hoy el caldo ha salido más caro que las albóndigas. Quizá el director del área pretendía hacer una carambola de dos bandas; impresionar la percepción saltillense con unas patrullas tremendamente llamativas a la vista y resolver el problema de escasez de unidades para vigilar la ciudad.

¿El resultado? Un caso que sigue pesando en la agenda política del Alcalde, pero aun más, su contribución (la del Alcalde) para no dejar “morir” el asunto con su empecinamiento por traerlas. Se le sigue echando más leña al fuego para beneplácito de la prensa y de los regidores panistas, y por otra parte, es precisamente en función de éstos como responden el Alcalde y sus regidores. Otra vez; la perdida de enfoque se hace presente y el problema sigue.

El Alcalde ha pretendido “zafarse” últimamente del asunto al pretender trasladar responsabilidades a la Comisión de Adquisiciones del Cabildo (igual que con el bono) en un momento poco probable que se le crea ¿Por qué? Porque durante todos los anteriores meses él ha salido al paso del asunto y no la comisión de adquisiciones. Es decir, ya esta posicionado entre los saltillenses que dicho error fue cometido por él (tal y como verdaderamente fue).

Estoy casi seguro que el tesorero ha tratado de convencer una y mil veces al Alcalde de desistirse de su obstinación, pero algunos regidores y funcionarios, escasos de enfoque, le alimentan con el sainete de “sí logramos traerlas será una victoria contundente y usted Sr. Alcalde será muy reconocido por ello”. ¿Están seguros después de tanto desgaste? ¿Se transforma rápidamente una pifia sobrealimentada en una respuesta esperada? Lo dudo mucho.

¿La solución? Aceptar el error ofreciendo al mismo tiempo salidas al problema (que ya lo han hecho pero no han actuado) y antes de tomar una decisión conocer y verificar (resalto verificar) todo el proceso que conlleva materializar dicha decisión.

El asunto de los bonos es muy similar al anterior aunque es preciso reconocer que se resolvió, no de la mejor manera (lo adecuado hubiera sido no darse dicho bono) aunque parece resuelto. Pero los errores no acaban: El error de la distribución de sillas de rueda en un municipio ajeno comienza a asentarse entre la opinión ciudadana. La voracidad política comienza a ganar la batalla.

Una alta popularidad y aprobación ciudadana no dá para siempre márgenes de maniobra tan amplios como para rebasar fronteras de actuación (recuerden a Howard Dean). El síndrome de “indestructible” se ha apoderado de algunos y cuidado porque los contrincantes estarán al acecho constantemente. Lo imperdonable es cuando uno mismo los alimenta con los propios errores.

 Errar es de humanos...y de políticos también.

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