De enroques y chapulines

Artículo Localeando, 24 de Julio de 2008 
Jaime Villasana Dávila 

Los recientes cambios de alcaldes, regidores y diputados acontecidos en Coahuila, a consecuencia del proceso electoral de Octubre, han sido sujeto de críticas y aplausos por diferentes actores sociales, políticos y empresariales.

Los críticos dicen que en sentido estricto los funcionarios electos deben cumplir con el periodo fijado por la ley para el que fueron elegidos. Advierten que esa discontinuidad en los cargos es causa importante de la no buena ejecución de programas, planes y proyectos que a la postre afectan la gobernabilidad y calidad de los servicios públicos.

Igualmente señalan que estos movimientos cuestionan la ética del servidor público involucrado, dibujándolo como un actor falto de compromiso personal para con su cargo y con sus electores. En última instancia dicen que las reformas realizadas para la ampliación del periodo de alcaldes se van al traste porque eliminan el espíritu con el que fueron elaboradas y en lugar de administraciones de 4 años ahora son de 2.5 años.

Por otra parte, los apoyadores indican que tales servidores públicos están en su derecho legal y personal de procurar otro cargo de elección o de designación, advirtiendo que la ley no les prohíbe moverse. Comentan que los cambios traen “aire fresco” a las dependencias o bien que con ello se aprovecha su experiencia para otros cargos y se da oportunidad a otros cuadros políticos y administrativos para formarse en la realidad pública-política.

En lo personal considero que tales cambios pueden ser perjudiciales o benéficos según cada caso y el enfoque analítico empleado. Por ejemplo, en muchas ciudades estadounidenses los alcaldes y regidores duran dos años pero hay reelección. No obstante si hay cambio la incertidumbre es limitada porque el gobierno en lo operativo y administrativo es sólido institucionalmente hablando.

Un factor creador de enroques y chapulines es la muy comentada no reelección de alcaldes, diputados y regidores. Esto provoca una gran tentación en los funcionarios electos para seguir buscando como ganarse la vida, abriendo la puerta para que los partidos lo aprovechen en aras de ejecutar sus estrategias políticas que les den mayores posibilidades de seguir manteniendo el poder.

Por lo pronto Saltillo tiene nuevo alcalde y su perfil y experiencia es bastante respetable. Su actitud ante la transparencia en su cargo anterior fue mejor que la del ex –alcalde y eso es un buen augurio. Para este caso Saltillo parece sale ganando.

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